domingo, 24 de marzo de 2013

Aquella vez que Mozart apareció en tu pared y le ofreciste una doble con queso

Lo has tenido siempre delante de tus narices pero nunca te has dado cuenta. Estaba en tu salón, observando todos tus movimientos desde que llegaste a este lugar. Podría haber sido Paquito, Alfonso o Mariano, pero no. El que está en tu pared es Mozart, lo sabes porque se lo has preguntado.


Mozart
Así es, Mozart es una pareidolia. Hablas con una pared, pero no es una pared cualquiera, es Mozart. Parece raro, pero no. Está bien visto hablar con una piedra, todo el mundo tiene a gente guapa en sus paredes de piedra. Hablan con ellos, les dan de comer e incluso les piden opinión sobre temas de carácter importante como abrir un nuevo negocio, invertir en bolsa o hacerse mahometano. De hecho, lo contrario no está bien. Insinuar siquiera que toda esa gente pueden no ser más que piedras es de muy mal gusto, podría herir sus sentimientos.

En realidad Mozart no tiene sentimientos. Tampoco habla. No lo hace porque es una piedra, pero no lo es porque tu has decidido que no lo sea. También te respalda un montón de gente que opina igual que tú. Todos habláis con piedras, pero hay que respetaros porque es muy respetable que la gente hable con piedras. Además, nadie ha demostrado que tu piedra no sea Mozart, lo cual sin duda significa que es Mozart.

Un día fuiste a un fast food y a la vuelta le ofreciste una doble con queso a Mozart. Y entonces te dijo:

-¿Una doble con queso? ¡¡Pero si soy una puta piedra!!

Y desde entonces se enfadó y dejó de hablarte. Le cambió el rostro; se puso como de mala hostia, pero así como se pone de mala hostia una piedra. Vamos, no de cualquier manera.

Últimamente parece algo más animado. Quizás con un sandwich vegetal...

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