sábado, 27 de abril de 2013

El árbol genealógico de John Connor

En la primera película de Terminator una máquina del futuro es enviada a 1984 para matar a Sarah Connor, la madre de John Connor, futuro líder de la resistencia contra Skynet, un terrible ordenador que lidera la rebelión de las máquinas. Para evitar que esto suceda, John envía del futuro a su mejor soldado: Kyle Reese, con la misión de protegerla. 

Pero, en una especie de desliz ochentero se sucede un momento tórrido entre la futura madre de John y su protector. Lo que dará lugar al posterior nacimiento del líder de la resistencia. Por desgracia, esto no evita que el padre de John muera en cumplimiento de su misión, convirtiendo a Sarah Connor en una futura madre soltera.

Si avanzamos unos años en el tiempo veremos como John se ha convertido en un adolescente bastante coñazo, que solo escucha Guns n Roses y no hace caso a sus padres adoptivos. Sarah está completamente trastornada y no para de hablar de las máquinas, el futuro, el juicio final y esas cosas. Es por ello que la han ingresado en un psiquiátrico. En este escenario tan idílico se sucede Terminator 2.

En esta secuela, aparece otro terminator venido del futuro que es interpretado por Arnold Schwarzenegger, el mismo actor que en su predecesora, pero que en esta ocasión es totalmente Connor-friendly y viene para proteger al chaval de una especie de Mr. Fantastic de metal líquido que, por si no lo habíais deducido, ha sido enviado del futuro por Skynet para matarlo.

Así es que por el camino se les ocurre que si destruyen ambas máquinas y también el edificio en el que se desarrollan todos los experimentos que darán pie a Skynet podrán poner fin a la rebelión de las máquinas y evitar así el juicio final. Y es aquí donde viene el problema. Si no se produce la rebelión de las máquinas, ningún terminator podrá viajar en el tiempo para matar a Sarah Connor, por lo que no habría necesidad alguna de enviarla un protector y, por tanto: ¡John Connor no existe! ¡no puede nacer!

Aún así, la broma les dio a los productores para un par de secuelas más, de las cuales es mejor ni hablar. Y ahora se habla de una quinta parte...

La idea de que en esta última secuela se desvele al completo el pastel. Que no haya tiros ni máquinas, si no que se centre en la superación de los problemas psicológicos de John al descubrir que no existe el juicio final ni nada, y que su padre es en realidad Michael J. Fox quién, en uno de sus viajes en el tiempo durante el rodaje de Regreso al Futuro, tuvo un pequeño desliz en los baños de un after-hours de los 80 con una Sarah Connor completamente borracha y drogada, convirtiendo la saga en un auténtico drama digno de las tardes de sobremesa de Antena 3. Teniendo en cuenta que Regreso al Futuro se estrenó en 1985, no me parece tan descabellado.

lunes, 1 de abril de 2013

[Artista Invitado] La Cosa Gris

*Hoy escribe Cabre de La Cosa Gris dejando esta inadvertida parte de la historia:

Un hombre mayor, un pintor de unos sesenta años en un andamio pintando un muro enorme. Su jefe es un viejo de larga barba, un tío muy loco que viste siempre de rojo y blanco; le ha encargado hacer una pintura mural muy recargada, el tipo de encargo ridículo que hace una empresa familiar. Muchas figuras, hijos figurando como personajes históricos, antepasados en poses dramáticas; una mierda bastante ridícula en realidad.

El andamio está en una iglesia y la iglesia está en Roma, estamos en el año 1541 y Miguel Ángel está dando las últimas pinceladas al Juicio Final. El papa Pablo III ha sido un coñazo, haciendo exigencias absurdas y críticas al trabajo inacabado; Miguel Ángel ni siquiera está seguro de que le vayan a pagar. Está cansado de discutir con los papas, ni Julio II el Agarrado fue tan pesado. Pero ahora Miguel Ángel no es ese joven ambicioso, ya no tiene que demostrar nada a nadie; ahora es un tipo duro y tiene preparada su venganza.
Dentro de unas horas inaugurarán el mural delante del papa y todo su séquito; acaba de marcharse un lacayo para anunciar que el trabajo ha sido acabado. El plan de Miguel Ángel empieza ahora.

Va a pintar pollas en todas y cada una de las casi cien figuras que ocupan el muro, incluso en la de Pablo III aunque hará falta una lupa para verla. Menos la que le ha pintado en la boca, esa se verá desde la puerta.