lunes, 10 de junio de 2013

Cerebros

Paco (para el ejemplo nos vale) o Fermín, Confucio. El típico amigo que le falta un verano, que es un poco simple. Ese que todos tenemos o que incluso en algún grupo de colegas somos nosotros mismos. El idiota, vamos.

En el grupo de amigos todos lo sabéis, que el muchacho se esfuerza y que se le tiene cariño, que es buen tipo y se le quiere. Pero eso: es tonto.

Se forma alrededor suyo una especie de espiral de corrección. Como si el dato no existiese. Osea, la realidad está ahí, pero se obvia constantemente. Entre los amigos, nunca se es tonto. Simplemente: se es "muy buen tipo", de esos que "te descojonas con él" etcétera, etcétera. La idea de que además de eso seas tonto queda totalmente fuera de la ecuación. Como si ser idiota fuese algo totalmente excluyente de pertenecer a esa selecta sociedad de buenísimas personas.

Por la cosa de ir más allá, de repente, en una charla alguien insinúa sin darse cuenta la posibilidad de que Paco no sea ningún lumbreras. Es en ese momento cuando toda la maquinaria de la espiral de corrección empieza a funcionar y, rápidamente, alguien dice:

-Bueno, pero en el fondo, Paco es un tipo muy inteligente...

Acto seguido se empieza a relatar alguna gran hazaña de Paco: como el día en que aprendió el solo a conectar el video, o a mover las piezas del ajedrez. Si, esas cosas.

Cada vez que esto ocurre, la fuerza de la espiral de corrección hace que el cerebro de Paco se amplíe, hasta ponerse justo a un nivel por encima de los de todos sus amigos. Al final, el idiota es superior. Que cosas ¿eh?

lunes, 13 de mayo de 2013

La invención de Bonifacio

Bonifacio IX "el sordo"
Debajo de tu casa, en una iglesia cualquiera se produce todos los días un fenómeno muy chungo. Sonidos de trompetas, montones de trompetas. Muy desafinadas. Bombos, timbales y platillos. Arrítmicos. Algo así como un apocalipsis, pero en plan local.

Tus vecinos lo afrontan como debe hacerse: evitando el tema. La gran mayoría niegan oír nada. Otros lo achacan a ensayos de Semana Santa. Todos mienten. Saben que hay algo gordo ahí, demasiado turbio para ser mentado.

Hace chorrocientos años, el Papa Bonifacio IX “el sordo” ordenó que se construyeran gigantescas puertas en los suelos de todas las iglesias mundiales. Puertas que se accionan con una palanca desde el Vaticano. Puertas que comunican con el mismo infierno. A través de ellas puede escucharse el sonido de los malditos, condenados a tocar eternamente esos instrumentos desafinados y escucharse unos a otros hasta ensordecer repetidas veces. Si, he dicho ensordecer. Joder, es el puto infierno...

A modo de advertencia sobre los horrores del inframundo, el bueno de Bonifacio instauró una práctica diaria que aún se mantiene en nuestro siglo. Su programa es tratado con la máxima seriedad y secretismo. Se puede leer en cualquier parroquia, pero solo a un nivel muy interno:

19:00 – Apertura del infierno
19:30 – Monumental verbena
21:30 – Gran chocolatada
22:00 – Cierre del infierno

Puerta al infierno: descripción gráfica
















Es posible que Bonifacio estuviese realmente sordo, aunque también cabe la posibilidad de que fuese un poco hijoputa.

sábado, 27 de abril de 2013

El árbol genealógico de John Connor

En la primera película de Terminator una máquina del futuro es enviada a 1984 para matar a Sarah Connor, la madre de John Connor, futuro líder de la resistencia contra Skynet, un terrible ordenador que lidera la rebelión de las máquinas. Para evitar que esto suceda, John envía del futuro a su mejor soldado: Kyle Reese, con la misión de protegerla. 

Pero, en una especie de desliz ochentero se sucede un momento tórrido entre la futura madre de John y su protector. Lo que dará lugar al posterior nacimiento del líder de la resistencia. Por desgracia, esto no evita que el padre de John muera en cumplimiento de su misión, convirtiendo a Sarah Connor en una futura madre soltera.

Si avanzamos unos años en el tiempo veremos como John se ha convertido en un adolescente bastante coñazo, que solo escucha Guns n Roses y no hace caso a sus padres adoptivos. Sarah está completamente trastornada y no para de hablar de las máquinas, el futuro, el juicio final y esas cosas. Es por ello que la han ingresado en un psiquiátrico. En este escenario tan idílico se sucede Terminator 2.

En esta secuela, aparece otro terminator venido del futuro que es interpretado por Arnold Schwarzenegger, el mismo actor que en su predecesora, pero que en esta ocasión es totalmente Connor-friendly y viene para proteger al chaval de una especie de Mr. Fantastic de metal líquido que, por si no lo habíais deducido, ha sido enviado del futuro por Skynet para matarlo.

Así es que por el camino se les ocurre que si destruyen ambas máquinas y también el edificio en el que se desarrollan todos los experimentos que darán pie a Skynet podrán poner fin a la rebelión de las máquinas y evitar así el juicio final. Y es aquí donde viene el problema. Si no se produce la rebelión de las máquinas, ningún terminator podrá viajar en el tiempo para matar a Sarah Connor, por lo que no habría necesidad alguna de enviarla un protector y, por tanto: ¡John Connor no existe! ¡no puede nacer!

Aún así, la broma les dio a los productores para un par de secuelas más, de las cuales es mejor ni hablar. Y ahora se habla de una quinta parte...

La idea de que en esta última secuela se desvele al completo el pastel. Que no haya tiros ni máquinas, si no que se centre en la superación de los problemas psicológicos de John al descubrir que no existe el juicio final ni nada, y que su padre es en realidad Michael J. Fox quién, en uno de sus viajes en el tiempo durante el rodaje de Regreso al Futuro, tuvo un pequeño desliz en los baños de un after-hours de los 80 con una Sarah Connor completamente borracha y drogada, convirtiendo la saga en un auténtico drama digno de las tardes de sobremesa de Antena 3. Teniendo en cuenta que Regreso al Futuro se estrenó en 1985, no me parece tan descabellado.

lunes, 1 de abril de 2013

[Artista Invitado] La Cosa Gris

*Hoy escribe Cabre de La Cosa Gris dejando esta inadvertida parte de la historia:

Un hombre mayor, un pintor de unos sesenta años en un andamio pintando un muro enorme. Su jefe es un viejo de larga barba, un tío muy loco que viste siempre de rojo y blanco; le ha encargado hacer una pintura mural muy recargada, el tipo de encargo ridículo que hace una empresa familiar. Muchas figuras, hijos figurando como personajes históricos, antepasados en poses dramáticas; una mierda bastante ridícula en realidad.

El andamio está en una iglesia y la iglesia está en Roma, estamos en el año 1541 y Miguel Ángel está dando las últimas pinceladas al Juicio Final. El papa Pablo III ha sido un coñazo, haciendo exigencias absurdas y críticas al trabajo inacabado; Miguel Ángel ni siquiera está seguro de que le vayan a pagar. Está cansado de discutir con los papas, ni Julio II el Agarrado fue tan pesado. Pero ahora Miguel Ángel no es ese joven ambicioso, ya no tiene que demostrar nada a nadie; ahora es un tipo duro y tiene preparada su venganza.
Dentro de unas horas inaugurarán el mural delante del papa y todo su séquito; acaba de marcharse un lacayo para anunciar que el trabajo ha sido acabado. El plan de Miguel Ángel empieza ahora.

Va a pintar pollas en todas y cada una de las casi cien figuras que ocupan el muro, incluso en la de Pablo III aunque hará falta una lupa para verla. Menos la que le ha pintado en la boca, esa se verá desde la puerta.

miércoles, 27 de marzo de 2013

El día en que conociste a Cervantes

Adoras el café. Te gusta solo, mediano, cortado, irlandés, americano... te gusta de cualquier manera. Te gusta tanto que prácticamente puede decirse que solo te alimentas de café. Tu tensión arterial ha protagonizado escenas en las que ni siquiera Mickey Rourke se hubiese atrevido a participar pero, joder, te encanta el puto café.

Siempre vas a la misma cafetería. Es como tu casa. Te conoces cada uno de sus rincones como si llevases viviendo allí desde el inicio de los tiempos. Te gusta porque es bonita pero, sobre todo, porque es limpia. Es especialmente limpia y eso hace que te sientas cómodo. Tienes un problema: el café SIEMPRE te provoca unas tremendas ganas de cagar. Esto es un hecho sucio y vergonzante, incómodo en cualquier otro lugar. Pero la extrema pulcritud e intimidad que destila el water de esta cafetería hace que se convierta incluso en un auténtico placer.

Así es que, te conoces el servicio casi tan bien como el resto de la cafetería. En ese pequeño espacio pasas tanto tiempo como cafés has ingerido. Y como he dicho: tomas mucho, mucho café...

Un día, tus ojos advierten en un detalle del baño en el que no habías caído. Una pequeña frase escrita con rotulador negro en una esquina de la superficie blanca de la puerta:

"KOMO POLLAS KOMO OLLAS"

Te quedas anonadado. No puedes creértelo. Alguien ha estado en TU baño en otro momento, ha escrito una frase de tan mal gusto y con faltas de ortografía y, sobre todo: ha roto la armonía que tanto disfrutabas de aquel servicio. Han herido tu orgullo. Pasas el resto del tiempo con esa frase dando vueltas en tu cabeza, persiguiéndote día y noche. No puedo permitirlo, te dices a ti mismo. Compras un rotulador y al día siguiente escribes debajo del primer mensaje:

"KIÉN ERES??"

Utilizas faltas de ortografía para evitar que el autor te reconozca, aunque no puedes evitar la tilde. Te guardas el rotulador y sales de la cafetería sintiéndote un verdadero delincuente. La noche siguiente no puedes dormir, esperando a que llegue el momento de que al artífice de tal aberración se identifique. 

Amanece. Te vistes. Bajas a tomar el café. Vuelves al baño. Te acomodas y contemplas la respuesta:

"CERVANTES"

Decides no volver.

domingo, 24 de marzo de 2013

Aquella vez que Mozart apareció en tu pared y le ofreciste una doble con queso

Lo has tenido siempre delante de tus narices pero nunca te has dado cuenta. Estaba en tu salón, observando todos tus movimientos desde que llegaste a este lugar. Podría haber sido Paquito, Alfonso o Mariano, pero no. El que está en tu pared es Mozart, lo sabes porque se lo has preguntado.


Mozart
Así es, Mozart es una pareidolia. Hablas con una pared, pero no es una pared cualquiera, es Mozart. Parece raro, pero no. Está bien visto hablar con una piedra, todo el mundo tiene a gente guapa en sus paredes de piedra. Hablan con ellos, les dan de comer e incluso les piden opinión sobre temas de carácter importante como abrir un nuevo negocio, invertir en bolsa o hacerse mahometano. De hecho, lo contrario no está bien. Insinuar siquiera que toda esa gente pueden no ser más que piedras es de muy mal gusto, podría herir sus sentimientos.

En realidad Mozart no tiene sentimientos. Tampoco habla. No lo hace porque es una piedra, pero no lo es porque tu has decidido que no lo sea. También te respalda un montón de gente que opina igual que tú. Todos habláis con piedras, pero hay que respetaros porque es muy respetable que la gente hable con piedras. Además, nadie ha demostrado que tu piedra no sea Mozart, lo cual sin duda significa que es Mozart.

Un día fuiste a un fast food y a la vuelta le ofreciste una doble con queso a Mozart. Y entonces te dijo:

-¿Una doble con queso? ¡¡Pero si soy una puta piedra!!

Y desde entonces se enfadó y dejó de hablarte. Le cambió el rostro; se puso como de mala hostia, pero así como se pone de mala hostia una piedra. Vamos, no de cualquier manera.

Últimamente parece algo más animado. Quizás con un sandwich vegetal...

jueves, 21 de marzo de 2013

El día en que Hitler (casi) conquistó la galaxia con una bata rosa

La bata rosa de Hitler, todo un clásico...
Es una mañana de domingo, de esas que llueve. No se de cuantas maneras se puede llover, pero está claro que hoy llueve de cojones. Hitler te ha invitado a desayunar. Lo cierto es que es un hombre de pocas palabras, durante el tiempo que lleváis ahí sentados no ha sacado aún la cabeza de su bol de Choco Krispies. Pero lo peor de todo es esa bata. Se la compró hace unos días y hoy ha decidido estrenarla y... joder, imagínate a Hitler con una bata rosa ¿vale?

Lo cierto es que a ninguno os gusta esa bata. Tampoco os gusta mucho Hitler, aunque le medio tragáis... cuando no lleva una bata rosa. Pero claro, tú puedes decirle a tu dentista que no te gusta su bata o incluso, juntando un poco de valor, al que te está a punto de practicar una colonoscopia. Pero no te atreverías a decirle al mismísimo Führer que odias su mierda de bata rosa.

De pronto, Hitler levanta la cabeza de los Choco Krispies y te mira a los ojos. En otra ocasión ese gesto te hubiese causado respeto o incluso mucho susto. Pero hoy, aunque presientes que se trata de algo importante, no sabes muy bien que pensar cuando se dirige a ti.

-Está decidido, mañana atacaremos la galaxia -te dice con la solemnidad de alguien que lleva puesta una bata rosa.

¿¿QUÉ??, te preguntas. No Hitler, por ahí no paso tío. Darth Vader puede dominar la galaxia, Mr. Spock o Kang también. Pero joder, esos tipos son profesionales, saben moverse bien en esa mierda del hiperespacio y, sobre todo: NO VISTEN UNA PUTA BATA ROSA.
Un profesional

Te tomas unos segundos para reflexionar. Estás decidido, vas a decirle a ese imbécil todo lo que piensas, que no le soportas, que ninguno le soportáis, que en las reuniones del partido todos os descojonabáis de él y que sabes que en la academia de arte no le admitieron porque sus cuadros eran pura mierda. Tragas saliva, te preparas...

-Mein Führer ¿y no cree que podríamos empezar por Polonia? -murmuras tímidamente.

Se levanta. Despacio, se dirige hacia donde estás. Clava su mirada en ti. Vuelves a tragar saliva mientras se sucede un silencio incómodo. Hitler asiente. Acto seguido, le ves marcharse. Con su bata. Rosa...

martes, 19 de marzo de 2013

De como Karl Marx salvó a la humanidad de un apocalipsis zombie (aparentemente...)


Ese hombre me suena de algo...
Es un día normal, no funciona internet y estás sentado en el sofá viendo la tele. Bueno, miento, en realidad no es un día normal. No sabes por qué pero en la calle hay un apocalipsis zombie y tú te has puesto a ver la tele porque total, no funciona internet y tampoco hay nada mejor que hacer.

De pronto, la pantalla se pixela y parece perderse la señal. Un tipo con barba al que no reconoces comienza a atravesarla lastimosamente. Se pone frente a ti y le miras. Joder, es el puto Karl Marx...

Te cuenta que ha venido del futuro para liberar a la humanidad del apocalipsis zombie, que Dios no existe y todo eso. Tú no eres idiota, sabes que Marx no viene del futuro pero ante todo, le respetas, así que pones cara de sorprendido. Seguís hablando tranquilamente. Le preguntas si puede volar. Te responde que no.

-¡¿QUÉ?! ¡¿NO PUEDES VOLAR?! ¿QUE CLASE DE FILÓSOFO ERES ENTONCES? ¿QUÉ COJONES HAS INVENTADO KARL? -exclamas indignado.

Te responde hablando de la lucha de clases, el capital y el materialismo histórico. El materialismo histórico, ya... Karl, yo creía en ti tío, creía en ti y me has decepcionado, piensas mientras te levantas, le señalas la puerta y le invitas a marcharse. -Si no puedes volar hemos terminado... -le dices mientras observas como se aleja.

Y en esto es que vuelves al sofá, resintonizas el televisor, pones la teletienda -el chef Tony seguro que puede volar- y te acomodas. Afuera continúa el apocalipsis zombie. Por suerte, aún te quedan patatas fritas. 



lunes, 18 de marzo de 2013

Descartes vs. Doraemon

El auténtico Descartes
Nos encontramos en un universo neutral, una realidad en la que no ocurre más que la indemostrable existencia. Descartes acaba de meter un cerebro en un frasco. De pronto Doraemon entra en escena. Ambos se miran, parecen extrañados. Doraemon dice ser un gato cósmico, pero en el fondo solo parece un bicho azul. Una mierda de bicho azul...

En los dibujos animados no mencionaron ese detalle, pero los gatos cósmicos son una cosa que huele fatal.

Y Doraemon huele muy mal...

...rematadamente mal. 

Y de pronto, Descartes recuerda ESE olor, y es entonces cuando exclama:

-¡Me llamo Renè! ¡Tú mataste a mi padre! Prepárate a morir...

Acto seguido se lanza a golpear en la glándula pineal del bicho. Pero, ¡oh, sorpresa!, los gatos cósmicos no tienen glándula pineal y Doraemon aprovecha la confusión para intentar saltar y golpear sin compasión al filósofo. Afortunadamente: Descartes puede volar. Pero ese maldito bicho tiene un sombrerocóptero, lo que no duda en utilizar para perseguirle, mientras esquiva los rayos de poder cartesiano que el científico le dispara desde la estratosfera.

Y es en este momento cuando aparece de la nada una gente rara. Visten túnicas, tienen palos y antorchas y empiezan a cagarse en el racionalismo, porque dicen que es una mierda y que prefieren lamerle las pelotas a un bicho azul que huele mal a perder el tiempo con tonterías. Descartes ha agotado sus superpoderes y ahora está acojonado. Es normal, uno puede cagarse en muchas cosas, pero escoger precisamente el racionalismo es algo turbio. Máxime si lo que viene a continuación es una masa enfurecida, señalándote y amenazándote con palos.

Y así es como Doraemon venció a Descartes...

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